lunes, 20 de diciembre de 2010

Etruscos

El acercamiento de Roma a las culturas precedentes
La primera fase de contacto directo entre Roma y los centros artísticos del mundo griego está marcada por los numerosos pillajes que los ejércitos romanos cometieron en las tierras que iban
conquistando, sobre todo de las obras de arte griegas. En las procesiones de los generales victoriosos se exhibía el botín obtenido, lo que creó un entusiasmo por el arte griego y se aseguró así la supervivencia de la tradición helénica en el Imperio Romano. Esta aportación de obras de arte fue acompañada de una afluencia de artistas helenos u orientales que llegaron a Roma atraídos por una clientela nueva enriquecida por las conquistas y deseosa de rodearse de los refinamientos desconocidos hasta entonces. Pero en el Lacio no se puede olvidar que se había desarrollado desde el siglo VIII una civilización, la de los etruscos, que perduró hasta el siglo IV a.C. y que también contribuyó a sentar las bases del mundo romano. Por lo tanto, el arte que se denomina romano es producto de una fusión, por un lado, del realismo helenístico griego y, por otro, del naturalismo etrusco, que respondía mejor al temperamento local.
Los etruscos fueron un pueblo muy ligado a sus creencias religiosas, sobre todo las relativas a la muerte. Para ellos la vida era un tránsito hacia un mundo definitivo; de ahí que, junto a las ciudades de los vivos, hubiera también ciudades de los muertos. Los cementerios estaban perfectamente organizados y en las tumbas, bellamente decoradas con temas de la vida cotidiana, se colocaban los sarcófagos, sobre cuyas tapas reproducían a los difuntos recostados, generalmente en parejas, con una enigmática sonrisa.
Dos son los conceptos que determinan el arte romano: el pragmatismo y el realismo. En las obras
arquitectónicas es donde los romanos reflejaron mejor su espíritu práctico, pues los nuevos edificios que se crearon -anfiteatros, termas, archivos, casas o mercados- respondían a las necesidades de la vida, bien oficial, bien privada. El realismo se refleja especialmente en la escultura, donde se produjo una transformación radical con respecto a las teorías idealizadoras griegas. Los romanos fomentaron el género del retrato, generalmente en forma de busto, con el fin de tener una imagen precisa y real de la persona representada, y esta avidez por lo específico queda patente también en los relieves históricos utilizados para decorar monumentos erigidos en conmemoración de acontecimientos especiales.
El cristianismo produjo un cambio fundamental en la estructura del mundo romano. Hasta tiempos del emperador Constantino el arte paleocristiano se mantuvo en la clandestinidad, y de ahí su escaso desarrollo, sobre todo en el aspecto arquitectónico. Sin embargo, al promulgarse por el mismo Constantino el edicto de Milán, en el año 313, el cristianismo quedó reconocido oficialmente. La importancia de la arquitectura que se lleva a cabo en los siglos IV y V radica en que en ella se desarrollan los tipos de edificio que van a prevalecer durante toda la Edad Media.
Origen y extensión territorial de la civilización etrusca
La influencia griega en el arte etrusco
Según la tradición, la ciudad de Roma fue fundada en el año 753 a.C. y, entre los años 616 y 510 a.C., estuvo bajo el dominio de reyes etruscos.
Pero al margen de este hecho, las manifestaciones artísticas etruscas constituyen, entre los siglos VII y II a.C., la expresión de una civilización que es la base de la cultura itálica.
El área etrusca ocupaba el espacio comprendido entre el mar Tirreno y los ríos Arno, al norte, y Tíber, al sur. Esta área se dividía, por razones tanto de índole geográfica como histórica, en dos zonas, separadas por los ríos Fiora y Paglia, este último, afluente del Tíber. La zona meridional estuvo caracterizada por un desarrollo más temprano, con ciudades, próximas entre sí, situadas a escasa distancia del mar o vinculadas a vías fluviales, como Veyes, Caere (Cerveteri), Tarquinia, Vulci o Volsinii.
En general estas ciudades tuvieron una decadencia rápida en la etapa final de la civilización etrusca. En la zona septentrional, las ciudades costeras, como Rusellae (Roselle), Vetulonia o Populonia, siguieron el mismo proceso de desarrollo y decadencia que las de la Etruria meridional, en tanto que las de la parte interior, Chiusi, Cortona, Perusia (Perugia), Arezzo, Fiésole o Volterra, más distanciadas entre sí, florecieron en momentos avanzados de la civilización etrusca y en época romana.
A partir de este núcleo inicial, la influencia etrusca se extendió en dos direcciones: hacia el sur, a lo largo de la costa del Tirreno, por el Lacio y la Campania e incluso por la ciudad de Roma en época
arcaica (siglo VI a.C.); y hacia el norte, más allá de los Apeninos, en el valle del Po, centrándose principalmente en torno a la actual Bolonia.
La influencia griega en el arte etrusco
En su conjunto, el arte etrusco muestra una notable inspiración griega. Esta primera impresión podría inducir a que se interpretara lo etrusco como mera versión provincial de lo griego. No obstante, la valoración global del arte etrusco debe formularse sobre la distinción de fases netamente diferenciadas. Durante el período orientalizante no puede hablarse de subordinación al arte griego, puesto que en esa época Etruria y Grecia vivieron un proceso de formación análogo. A lo largo del siglo VI a.C., el arte etrusco recibió influencias del arte arcaico griego, aunque no hay que olvidar que fue en dicho período cuando el arte etrusco se manifestó con mayor vigor y personalidad. Transcurrido el siglo VI a.C., mientras en Grecia se produjo la extraordinaria eclosión de la cultura clásica, los etruscos no consiguieron elaborar una fase artística propiamente nacional. Fue a partir de ese momento cuando sus producciones estuvieron, en general, condicionadas por el arte griego, aunque incluyendo siempre elementos propios.
Arquitectura etrusca
Los templos Las primeras tumbas monumentales
Otros tipos de tumbas etruscas La casa
Las edificios etruscos son, básicamente, templos y tumbas. Tanto en las construcciones religiosas como en las civiles utilizaron sobre todo el adobe y la madera. El empleo de la piedra se restringió a obras de carácter militar o funerario y en los cimientos y zócalos.
Los templos
Aunque las primeras construcciones se remontan a fines del siglo VII a.C., hasta fines del siglo VI a.C. no se produce la sistematización del templo etrusco que, a partir de este momento, admite tres tipos de planta: uno de cella (nave) única rectangular, con o sin columnas en la fachada, como el templo de Mater Matuta de Satrico; otro de cella flanqueada por corredores longitudinales cerrados por muros o por columnas como, posiblemente, el santuario del Portonaccio de Veyes; y el de triple cella con doble fila de columnas en la fachada, en el cual las tres cellae estaban dedicadas a las divinidades de la tríada etrusca Tinia, Uni y Menerva, equivalentes a las romanas Júpiter, Juno y Minerva. De este último tipo es el templo de Júpiter Capitolino de Roma finalizado en el año 509 a.C. A partir de la consolidación de estos tres modelos, la construcción de templos no experimentó modificaciones, salvo en el estilo de la decoración arquitectónica, como, por ejemplo, la presencia en época helenística del frontón decorado. El carácter perecedero de los materiales de construcción empleados explica que sólo se conozcan las estructuras en piedra de los cimientos. Esta pobreza de elementos estructurales
está compensada por la conservación de importantes restos de decoración arquitectónica, realizada en terracota policromada con relieves.
Las primeras tumbas monumentales
La arquitectura funeraria constituye una valiosa fuente de información sobre otros aspectos del arte etrusco, como la arquitectura doméstica o la pintura.
A partir del siglo VII a.C., se construyen tumbas de cámara subterránea recubiertas por un túmulo. El ejemplo más notable se encuentra en la ciudad de Caere, donde en la necrópolis de La Banditaccia existen túmulos dispuestos de modo irregular a lo largo de una vía de trazado sinuoso.
Entre las tumbas ceretanas de esta fase, destaca la conocida como Regolini Galassi, compuesta por un dromos o corredor de acceso y una cámara rectangular, subdividida en una antecámara más estrecha y la cella. Al final de la antecámara se abren dos cellae laterales de planta ovalada. La tumba, hallada intacta, proporcionó un ajuar de extraordinaria riqueza, con objetos de oro de adorno personal, como un pectoral o una fíbula con placa decorada con figuras de leones, que se conservan en los Museos Vaticanos; recipientes de bronce y piezas de marfil y de ámbar. Otros ejemplos notables son las tumbas Barberini y Bernardini de Praeneste (Palestrina), en el Lacio, que han proporcionado, así mismo, ricos ajuares con objetos de oro, como, por ejemplo, el pectoral con representaciones, en altorrelieve granulado, de
animales reales y fantásticos (Museo Nacional de Villa Giulia, Roma) junto a otras piezas de plata, bronce y marfil.
Desde fines del siglo VII a.C., las cámaras funerarias reproducen el modelo de la casa, e incluso elementos del mobiliario. Un dromos, más o menos largo, conduce a una cámara que, funcionalmente, corresponde a un atrio. A esta cámara se abren tres ámbitos alineados al fondo, de los cuales, el central y más importante se destinaba posiblemente a albergar la sepultura del fundador de la tumba. Así, por ejemplo, la tumba de los Capiteles de la necrópolis de Caere, fechada entre los últimos años del siglo VII a.C. y comienzos del siglo VI a.C., presenta, en el atrio, dos columnas con capiteles eólicos que sostienen un par de vigas transversales sobre las que se apoya el entramado de la techumbre.
A partir de comienzos del siglo VI a.C., en Tarquinia se desarrolla una modalidad de tumbas con decoración pintada. Están constituidas por una sola cámara, aunque no faltan ejemplos más complejos. En un principio, la decoración se reducía al espacio frontal de las paredes de ingreso y de fondo del túmulo, pero desde mediados del siglo VI la decoración cubre todas las paredes.
Otros tipos de tumbas etruscas
A fines del siglo VI a.C., se produjeron modificaciones en la organización de algunas necrópolis y en las estructuras arquitectónicas funerarias.
En la ya citada necrópolis de La Banditaccia de Caere se proyectaron, durante este período, espacios regulares limitados por vías que se cortan en ángulo recto y ocupados por tumbas de tipología muy homogénea, con un acceso y una única cámara.
La fachada de estas tumbas se realza mediante cornisas y otros elementos de decoración arquitectónica o incluso con algunos toques de policromía.
Con el transcurso del tiempo, las cámaras subterráneas se construyeron a mayor profundidad, a la vez que sus plantas se iban haciendo más complejas. Ejemplo de ello son, en el siglo IV a.C., las tumbas de los Escudos de Tarquinia y la de François de Vulci. Paralelamente, existen necrópolis de carácter rupestre, cuyas tumbas están excavadas en las paredes rocosas. Se accedía a ellas a través de puertas con cornisas y otros elementos arquitectónicos. No faltan ejemplos, como en Norchia, en los que se reproduce la fachada de un templo con frontón. Considerada en su conjunto, la arquitectura funeraria etrusca interesa en sí misma, pero también como fuente indirecta de información sobre otras manifestaciones y porque en ella se alberga el conjunto más completo de pintura parietal del mundo clásico anterior a la época helenística. Por otra parte, es importante subrayar el carácter exclusivo del arte funerario de la civilización etrusca, que, contrariamente a lo que ocurre con la arquitectura religiosa, no tiene continuidad en las manifestaciones artísticas de la Roma imperial.
La casa
La arquitectura doméstica se consolida a partir de la segunda mitad del siglo VII a.C., como lo atestiguan los hallazgos de Acquarossa, en la zona de Viterbo. En este lugar se han encontrado los cimientos de una casa compuesta por tres ámbitos alineados a lo largo de un eje, con el hogar en la habitación central. La cubierta, de tégulas (tejas planas) y tejas, presentaba una decoración arquitectónica en terracota. Estas características se mantuvieron a lo largo del siglo VI a.C., como ejemplifican los hallazgos en Acquarossa y Rusellae.
Sin embargo, en ambos casos no parece que las estructuras domésticas se inserten en una planificación urbanística regular preconcebida. Un caso muy distinto es el de Marzabotto, fundación etrusca de fines del siglo VI a.C., en las proximidades de la actual Bolonia, donde sí existió una planificación regular. Las casas de este núcleo se articulaban alrededor de un patio central, en torno al cual se abrían las habitaciones con una función definida y constante (sala de representación, cocina y cubicula o dormitorios). Es probable que, de la síntesis entre la casa de patio central y la de tres habitaciones alineadas sobre un elemento transversal, se evolucionara hasta la casa itálica con atrio, consolidada definitivamente en época romana.
Escultura etrusca
Influencias de la escultura griega
La escultura etrusca se caracteriza por el empleo sistemático del barro. Frente a la tradición griega, jamás utilizaron el mármol pero, en algún caso, emplearon piedras locales para la producción de bajorrelieves. También trabajaron el bronce, con técnicas análogas a las empleadas por los griegos, material que era utilizado, de forma casi exclusiva, para piezas con fines religiosos y funerarios. En ella apenas existen, a tenor de lo conservado, motivos de inspiración profana, como los acontecimientos históricos o conmemorativos de carácter civil o deportivo.
La producción escultórica alcanza niveles de gran calidad durante el siglo VI a.C., época en la que, en coroplastia (técnica de modelar en barro), destacan dos centros de producción, Caere y Veyes. En el primero, la producción comprende tanto elementos de decoración arquitectónica (placas, antefijas y acróteras) como sarcófagos, entre los cuales destaca el de Los Esposos (530-520 a.C., Museo Nacional de Villa Giulia, Roma). Al taller de Veyes hay que atribuir una de las mejores obras de la coroplastia etrusca, el Apolo, en tamaño natural (Museo Nacional de Villa Giulia, Roma, fines del siglo VI a.C.), que formaba parte de un conjunto de esculturas descubiertas en un santuario de dicha localidad. Estas estatuas, excelentes ejemplos de la interpretación etrusca del estilo griego arcaico, fueron concebidas para ser colocadas en la viga
cumbrera (columen) del templo. De las fuentes escritas parece deducirse, además, que artesanos de este taller trabajaron en Roma. Concretamente a Vulca, escultor de Veyes, se atribuye la estatua de Júpiter venerada en el Capitolio, así como una estatua de Hércules. Del mismo modo, los artesanos de Veyes habrían realizado la escultura que representaba una cuadriga y que coronaba el vértice del frontón de dicho templo capitolino.
Aunque la escultura en bronce es mucho menos abundante, los ejemplos conservados proporcionan sobradas muestras de su calidad, como demuestra la obra titulada Loba Capitolina (primera mitad del siglo V a.C., Museos Capitolinos, Roma), emblema de la capital italiana. De esta pieza cabe señalar que los gemelos, Rómulo y Remo, amamantados por la loba, fueron realizados y añadidos en el Renacimiento.
Influencias de la escultura griega
A lo largo del siglo V a.C. persistió la tradición arcaica, sin renovaciones significativas, y no se constata el peso de los modelos clásicos griegos hasta fines de esa centuria. Valgan como ejemplos la Cabeza de Zeus (h. 400 a.C., Museo Nacional de Villa Giulia, Roma), altorrelieve en terracota que formaba parte de la decoración del templo de Scasato de Faleri, o el Marte de Todi (400 a.C., Museos Vaticanos), auténtica obra maestra en bronce. Ambos constituyen buena prueba de la vinculación con modelos griegos muy precisos, en este caso Fidias y Policleto, respectivamente. Otra obra singular de los años de transición del siglo V al
siglo IV a.C. es, sin lugar a dudas, La quimera de Arezzo (Museo Arqueológico de Florencia), excelente muestra de que esta ciudad fue en esa época un importante centro de producción de escultura de bronce. La penetración de formas griegas continuó manifestándose a lo largo del siglo IV a.C., según atestiguan obras como los altorrelieves del templo de Scasato de Faleri, relacionados muy estrechamente con la obra de los escultores griegos Praxíteles y Escopas.
Una manifestación escultórica muy particular la constituyen unas urnas crematorias denominadas canopes, halladas en Chiusi. En su versión más antigua, dichas piezas presentan una cubierta en forma de cabeza humana, tratada con gran ingenuidad en su intención de plasmar la semblanza humana del difunto. Durante el siglo VI a.C., este tipo de urna evoluciona hacia la representación de la figura humana completa y el vaso asume, de modo muy esquematizado, los rasgos del cuerpo humano.
También en el ámbito del arte funerario se afirma el papel de la decoración en relieve en estelas, cipos, sarcófagos y urnas crematorias, sin olvidar las composiciones esculpidas en las paredes de las tumbas con temas inspirados, prioritariamente, en la vida del difunto y en su viaje al más allá.
Marte de Todi
Sepulcro de Los Esposos (Museo Nacional de Villa Giulia, Roma)
La Loba Capitolina (Museos Capitolinos, Roma)
Las pintura etrusca
Principales temas reproducidos
Las especiales características de las tumbas -cámaras subterráneas- han permitido conservar un importante conjunto de pintura parietal. Aunque la necrópolis de Tarquinia es la que ha proporcionado mayor número de ejemplos, existen también otros
conjuntos importantes en Chiusi, Veyes, Caere, Vulci y Orvieto.
Se trata de realizaciones al fresco, en las que el dibujo y el color responden a ciertos convencionalismos, que rigieron también en la pintura griega arcaica. Así, en época arcaica (siglo VI a.C.), el rojo oscuro se utiliza para los cuerpos y rostros de las figuras masculinas y el blanco para las femeninas. En una primera fase, los motivos se siluetearon con un trazo continuo oscuro que se rellenaba con pigmentos. A partir del siglo IV a.C., la línea de contorno tendió a difuminarse y el tratamiento del color, enriquecido con el sombreado y el degradado, contribuyó a dar corporeidad a la representaciones.
Principales temas reproducidos
En relación con su contenido se observa, durante los siglos VI y V a.C., una predilección por la representación de escenas realistas relativas a la vida cotidiana, siendo un buen ejemplo de ello la tumba de la Caza y de la Pesca, de los años 530-520 a.C., en Tarquinia. Abundan también las pinturas que ilustran algunos ritos de los funerales, como banquetes y danzas, advirtiéndose una progresiva enfatización de este tema a lo largo del siglo V a.C. Excelente ejemplo de pinturas con dicho contenido es la tumba de los Augures, fechada en el año 530 a.C. y situada también en Tarquinia. A partir del siglo IV a.C. cobraron importancia las representaciones del mundo de ultratumba y las composiciones mitológicas. Los difuntos, individualizados por los retratos y por las
inscripciones, se acompañaron de seres infernales y divinos y de héroes mitológicos. Cabe señalar como muestra la tumba del Orco II, de Tarquinia, construida hacia el año 350 a.C. Sin embargo, aparte de la pintura parietal en cámaras funerarias hay otro tipo de manifestaciones pictóricas. Se conservan también placas de terracota pintadas, destinadas a decorar paredes de edificios sagrados.

La Loba Capitolina (Museos Capitolinos, Roma)

Sepulcro de Los Esposos (Museo Nacional de Villa Giulia, Roma)

Marte de Todi

La cerámica etrusca
La variedad más original de la cerámica es la conocida como bucchero, cerámica negra y de aspecto brillante, producida desde mediados del siglo VII a.C. Pero, de forma paralela y hasta la mitad del siglo VI a.C., la alfarería con decoración pintada, de influencia griega, concretamente corintia, tuvo un auge importante en Etruria. Durante la segunda mitad de este siglo, la presencia en Etruria de artesanos griegos, como el autor de las Hidrias de Caere, favoreció la imitación de la cerámica griega de figuras negras, proceso que persistió a lo largo de los siglos V y IV a.C. con la imitación de la cerámica de figuras rojas ática. Más tarde, hacia la primera mitad del siglo III a.C., un taller romano conocido como «de las pequeñas estampillas» inició la producción de vasos de barniz negro.
La orfebrería y las artes suntuarias etruscas
Es en las producciones de objetos suntuarios (de oro, marfil y plata principalmente) donde el arte
etrusco, en especial en las épocas orientalizante y arcaica, pertenecientes a los siglos VII y VI a.C., muestra mayor originalidad. De la primera mitad del siglo VII a.C. son las refinadas piezas de orfebrería (fíbulas, brazaletes, pectorales y, en general, joyas de adorno personal) depositadas en las tumbas principescas de Etruria, como las ya citadas Regolini Galassi de Caere o Bernardini y Barberini de Praeneste. Las elaboradas técnicas de repujado, filigrana y granulado y la calidad estilística de los motivos decorativos parecen confirmar que su factura se debió a la presencia de artesanos extranjeros, seguramente griegos y fuertemente imbuidos de cultura oriental, que trabajaban en la misma Etruria o en las colonias griegas del sur de Italia y Sicilia, en estrecho contacto con el mundo etrusco. A fines del siglo VII a.C., se constata la implantación de artesanos en Vulci, en la Etruria meridional, y en Vetulonia, en la septentrional. Posteriormente, a lo largo del siglo VI a.C., se introdujeron en Caere y, en menor grado, en Veyes, en Chiusi y, quizás, en Populonia.
Así mismo, se documenta el trabajo de la plata desde mediados del siglo VII a.C. en algunos objetos, como la Sítula Castellani de Praeneste (h. 650 a.C), producidos en Etruria por artesanos de formación oriental. A esta primera serie siguieron objetos como el Skyphos de la tumba del Duce de Vetulonia (h. 650-630 a.C., Museo Arqueológico, Florencia), fabricados probablemente por un artesano local.
Las grandes tumbas orientalizantes han proporcionado también objetos de marfil (peines,
estatuillas y mangos de abanicos), algunos de los cuales son, sin lugar a dudas, de fabricación oriental. Otros, sin embargo, aun presentando temas orientales, deben ser considerados, por sus características, como objetos realizados por artesanos locales. Testimonio de que existió una producción local es la presencia, en las tumbas de Vetulonia de la primera mitad del siglo VII a.C., de pequeños bloques de marfil sin trabajar.
A partir del siglo VI a.C., ya no se logra la perfección que se alcanzó en la producción de objetos de lujo durante las fases orientalizante y arcaica. Proliferan los pendientes y anillos de calidad modesta, versión empobrecida de la orfebrería griega contemporánea.
Las aportaciones de Roma a las soluciones artísticas griegas y etruscas
El desarrollo del arte romano en sus primeras fases es difícil de evaluar debido a la escasez de información arqueológica. Los pocos restos de arquitectura religiosa que se han conservado llevan a pensar que se mantuvieron algunos rasgos etruscos, como la presencia constante del podio y, esporádicamente, la supresión del pórtico trasero.
También se incorporaron algunos elementos propios de la arquitectura griega, como la construcción de edificios de plantas rectangulares, la presencia del pórtico y el empleo de la piedra, e incluso del mármol, en sustitución del adobe. La expansión romana por el sur de Italia y Sicilia, así como la anexión del Asia Menor helenizada e incluso de
Grecia, iniciada en el siglo III a.C. y finalizada a mediados del siglo II a.C., desencadenó un complejo proceso de asimilación que implicó una profunda transformación de la sociedad romana y dejó una impronta notable en sus manifestaciones artísticas. Este proceso se caracterizó por la afluencia cuantiosa de obras del patrimonio artístico griego que se dieron a conocer en Roma como botín. Con ellas llegaron también los artífices, cautivos de guerra o individuos libres, que propiciaron la introducción de la cultura material griega entre las clases altas de la sociedad romana. Esta sociedad, cautivada por la civilización del vencido, desarrolló un gran interés por el coleccionismo, que llegó a límites exagerados al amparo de una concentración de capital sin precedentes en manos del estado y de particulares. Este ambiente fue el caldo de cultivo adecuado que favoreció el nacimiento y la consolidación de las manifestaciones artísticas que merecen el calificativo de romanas. Es seguramente en el campo de la arquitectura donde los romanos manifestaron una mayor originalidad, derivada de las ventajas que, con sabiduría e indudable innovación, supieron extraer de la adaptación y combinación de experiencias previas.
Soluciones arquitectónicas como el arco y la bóveda no son ciertamente un invento romano, pero sí, en cambio, resulta innovador su uso.
El arco se había empleado en la arquitectura griega y en las puertas de los recintos amurallados etruscos de época helenística. La innovación romana consistió en su aplicación, por razones técnicas
obvias, en obras de ingeniería tan significativas como puentes y acueductos tan sólidamente construidos que han llegado hasta la actualidad en perfecto estado.

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